De La Barbarie

De La Barbarie

Hace unas semanas vi la imagen que ilustra este post en mi timeline de Facebook. En una ataque de irritación absoluta un amigo de hace años, Eduardo Egozcue Vilarasau, se quedó pasmado ante el atropello estético que algún cretino perpetró contra uno de los símbolos de la sofisticación arquitectónica más compleja y fascinante de la Europa de entreguerras, el Pabellón reconstruido de Alemania de Mies Van der Rohe, para la exposición universal de 1929 en Barcelona. Para concretar las palabras con las que empiezo vale decir que según el diccionario de la RAE, Real Academia Española, un cretino es un estúpido o un necio, y a su vez, necio, también según el diccionario de la RAE, significa ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber.

El acto que puede verse en la imagen en sí mismo no es grave, tan solo la disposición de una vulgares macetas de barro cocido alineadas y equidistantemente dispuestas en el borde del significativo zócalo del Pabellón.

Siendo un acto banal y sin apenas repercusiones en la integridad física del Pabellón, la imagen encierra una paradoja de múltiples derivadas.

En primer lugar se trata de una profanación efímera. Si se fijan en la imagen el espacio principal del Pabellón se encuentra aparentemente lleno de gente. Se puede especular sin arriesgar demasiado que se trata de algún acto público de alguna empresa u organización que ha alquilado el edificio a cambio de poder realizar el supuesto acto. Hasta aquí, la versión BBC, Bodas, Bautizos y Comuniones del modelo de explotación del Pabellón, no se difiere demasiado de otros espacios emblemáticos de la ciudad, que si bien pertenecen al dominio público, se gestionan como un equipamiento privado para ayudar a mantener los costes de la Fundación Mies Van der Rohe en este caso o de otras instituciones en otro. Sin ir demasiado lejos, la sala oval del MNAC, el Museu d’Art Nacional de Catalunya, se alquila al módico precio de 18.000€ diarios para actos privados. Y lo más interesante es que la mitad del presupuesto del MNAC, surge del alquiler de esa sala. Hasta cierto punto, nada que objetar.

Por tanto esa pequeña profanación no debería erizar el pelo de arquitectos y otras personas de la cultura. Y esa es la gran paradoja, el simple hecho de que alguien haya podido transformar el Pabellón en una versión escuálida de garden center, aun a sabiendas que no va a suponer una transformación de gran calado y que no va a tener consecuencias ni en su materialidad ni en su geometría, provoca un rechinar de dientes inconmensurable. La misma indignación que tuvo mi amigo Eduardo, la tuve en el momento que vi la imagen. No es tanto el hecho en sí, sino lo que significa.

La imagen me pareció tan perversa que debería pasar a los anales de la imágenes hardcore.

¿Y cuál es esa perversión?

La perversión radica en la condición bárbara de un acto tan simple y aparentemente inocente.

Depositar una serie de macetas en el zócalo del Pabellón no es un delito tipificado por el código penal, es un atentado bárbaro a la condición mítica de un edificio enorme, todo y su escasa dimensión. Es un ejemplo de humillación, de profundo desprecio a la cultura arquitectónica de una ciudad. En definitiva, el simple acto de decorar con unas flores el Pabellón, es la destrucción del mismo, de toda su historia original y de toda su historia posterior. Desde la conocida carta de Oriol Bohigas al mismísimo Mies[1] para pedir el preceptivo permiso para la reconstrucción del Pabellón, hasta la obsesión de un grupo de arquitectos, entre ellos el admirado Ignasi de Solà-Morales, en reconstruir hasta el último detalle la forma, la construcción y los principios que supusieron en 1929 tan significado edificio.

En otras palabras, un hecho insignificante como es el de colocar una vulgares macetas en un lugar determinado provoca la destrucción de la sociedad occidental desde 1928, cuando Mies recibió el encargo hasta nuestros días. Casi un siglo de educación arquitectónica y miles de millones de metros cuadrados en forma de razón moderna, se desvanecen. Este es el acto, intrínsecamente bárbaro, obra de un acto necio, sin referencias ni respeto por los mitos.

Y es que ya lo decía no recuerdo quien, un sociedad sin mitos es una sociedad que vive menos.

Porque en realidad vivimos en una sociedad que irresponsablemente progresa sin mitos, sin referencias, sin respeto, no ya a figuras arquetípicas de la arquitectura mundial, sino el esfuerzo y el talento de muchos por valorar, dar una dimensión extra y fijar en un cierto mapa intelectual, algunos y necesariamente escasos puntos que deben mantenerse incorruptibles.

Los mitos deben mantener ese discreto segundo plano, ser un valor refugio para como dice Florence Terrada, a la que tengo felizmente cerca, cuando no sabes a dónde vas, recuerda de dónde vienes.

No se trata de preservar por preservar, ni de deificar una obra o un arquitecto de forma ligera. Todo lo contrario. Pero cuando decidimos por consenso social que una obra arquitectónica forma parte del patrimonio global, debemos ser capaces de mantener una actitud escrupulosa y rigurosa.

Es por eso que una imagen como la que se presenta aquí es demencial. Incluso diría que en cierta medida es equiparable a la destrucción sangrante del patrimonio histórico de Palmira en Siria o Mosul en Irak por parte de los bárbaros de Daesh. Aquí por supuesto sin violencia, inocentemente, lo que lo hace si cabe más perverso.

De todas maneras, para evitar que se me considere un remilgado, me permito referirme a alguien en quien suelo encontrar refugio y munición para la autodefensa intelectual y que precisamente no es un arquitecto. Me refiero al filósofo André Comte-Sponville[2] y su definición de barbarie.

Copio literalmente: Barbarie es el comportamiento del bárbaro, y todo lo que lo evoca. Evidentemente, el término, que se emplea siempre como desaprobación, sólo tiene un sentido relativo: supone una civilización de referencia, cuya ausencia o saqueo sería la barbarie. Casi siempre consiste en dar la razón a los suyos; el bárbaro es ante todo el otro, el extranjero, el que no tiene la misma civilización que nosotros, de quien se cree por eso que no tiene ninguna, o, si se transige en reconocerle una, que no vale nada.

Se me antoja que mantener los mitos en ciertos momentos es tan importante como en contadas ocasiones derruirlos, figuradamente, por supuesto.

Relativicemos y no nos creamos nada por defecto, estoy de acuerdo, pero sigamos ilusionados con que hay cosas que vale la pena mitificar, ni que sea para no caer de forma inadvertida en la barbarie.

 

 

[1] En 1957, Oriol Bohigas escribía a Mies para encargarle, de nuevo, el pabellón. El arquitecto alemán aceptó de inmediato, pero el proyecto nunca se llevó a cabo, inaugurando así una serie de intentos fallidos que se prolongaron después de su muerte: 1964, 1974, 1978, 1980, 1981… La réplica del pabellón alemán de Barcelona se abrió al público el 3 de junio de 1986, tras 56 años de ausencia, 19 meses de obras y un gasto bruto de 120 millones de pesetas. Los arquitectos Oriol Bohigas e Ignasi de Solà-Morales, gestores de la reconstrucción junto a Cristian Cirici y Fernando Ramos, refrendaron numerosas correcciones conceptuales, técnicas e históricas al original.

Más información en http://www.c-bentocompany.es/152239204

[2] COMTE-SPONVILLE, André, Diccionario Filosófico, Ed. Paidós Contextos, Barcelona, 2003

Comments
13 Responses to “De La Barbarie”
  1. Me genera un mar de dudas. Sobre todo si me aferro a «de quien se cree por eso»…

    • Lo entiendo, pero no era tanto un «pero quien se han creído» sino más bien un toque de atención sobre la preservación de la cultura arquitectónica que reside en todos, no solamente en los arquitectos, y ante todo una crítica inducida a nuestra sociedad que parece preferir avanzar sin referencias ni mitos. El tono del texto es un poco escandaloso, pero espero que sin que parezca histérico o falto de argumentos… gracias arquitextónica!!!

  2. Apreciado Miquel, la imagen es del 17/09/2015. Aquel día en el Pabellón se colocaron macetas con flores con motivo de la presentación del libro “Photography or Life – Popular Mies” escrito por Juan José Lahuerta, editorial Tenov Books, para enseñar, a lo largo de diez días, como era la apariencia del Pabellón durante la inauguración del 1929. Las flores acompañaban una muestra, ubicada dentro del Pabellón, de fotos originales de la época. «[…]Comparar las fotografías oficiales del pabellón de Barcelona, tomadas por la agencia Berliner Bild Bericht y controladas sin duda por el propio Mies van der Rohe, con las fotografías casuales de los reporteros gráficos y los simples aficionados, puede resultar muy instructivo. Una cuestión llama la atención en particular: el proceso de borrado selectivo que se produce en las fotografías oficiales. Muchas cosas desaparecen en ellas: […] las macetas con flores que dulcificaban la aridez abstracta del pabellón con un inesperado toque de patio mediterráneo; y, en fin, la gente, absolutamente ausente en las fotos oficiales y siempre presente en las casuales: multitudinaria en las de los reporteros gráficos del día de la inauguración, y más individualizada y contemplativa en el resto. Está claro que la escala –en todos los sentidos– del Pabellón cambia con estas presencias, que multiplican otras –letreros, tiestos, columnatas…– y que permiten entender la relatividad con la que la modernidad del Pabellón fue percibida por la prensa popular de la época. […]» (extracto de la hoja de sala del evento de presentación «Pabellón Congelado, 1929»).

    • Muchas gracias por la explicación. Esta misma mañana he recibido la instantánea en la que él mismo Mies estaba en la inauguración del Pabellón en una fotografía con unos grandes maceteros. En ese sentido mi texto se puede matizar dada la dimensión del documento gráfico. La publicaré en mi time lime de Facebook y me ha inspirado otra reflexión. En todo caso la fotografía que publico abría más una reflexión de fondo en relación a la tendencia de avanzar sin referencias en la cultura actual. Debo confesar que sigo turbado por la imagen que he publicado, pero también que secretamente aliviado gracias a vuestra explicación y la fotografía que me hicieron llegar. Incluso tratándose de un contexto que no supe interpretar adecuadamente y asumiendo el enfoque desviado que aporta la imagen, hay que perseverar en vuestra labor en la fundación, y transmitir este clásico de la arquitectura a futuras generaciones. Para «colmo» hay un link inesperado en la figura de Juanjo Lahuerta en mi texto que espero que me perdone. En definitiva, disculpadme por mi error.

  3. Hace años sufrimos un shock similar, aunque de menor relevancia evidenciaba la misma incomprensión, cuando nos encontramos en el magnífico vestíbulo del Hotel NH de Aranguren y Gallegos, unas macetas de geranios adornando sus columnas.
    Las columnas deben tener del orden de 1 metro de diámetro, y las tres o cuatro macetas que adornan cada una estarán a no menos de 4 metros de altura… esperpéntico, pero…

  4. Rafael Gomez-Moriana dice:

    ¿Hay que conservar en todo momento el aspecto ‘original’ de una obra maestra de arquitectura, como si fuese un cuadro en un museo? La arquitectura no es arte puro (en el sentido de ‘autónomo’), por mucho que nos guste a algunos creerlo. El pabellón Mies sigue siendo un edificio en una ciudad viva, y no una escultura en una ciudad museo, que es una ciudad muerta. Creo que, por tanto, tenemos que ser mas tolerantes con este tipo de ‘uso’ de los edificios importantes. De hecho, la Fundación Mies van der Rohe invita puntualmente a artistas plásticos a realizar intervenciones en el pabellón, algo que veo como muy sano porque así, el pabellón actúa como soporte para la vida y la cultura en lugar de actuar como un fin en si mismo. Quien sabe: igual un día, se le ocurrirá a un artista plástico reconocido colocar macetas con geranios al rededor del zocalo.

  5. Esto abre el debate del criterio. Evidentemente un edificio por mítico que sea es un elemento vivo. La barbarie, tal como quería apuntar en el texto, consiste en la intervención sobre ciertos edificios importantes para la cultura arquitectónica sin conocimiento, sin criterio y sobre todo sin respeto. Aprender el significado de un edificio y plantear una intervención, como precisamente se hizo en la presentación de Juanjo Lahuerta me parece sano. Incluso si la intervención «ironiza» sobre el caracter mítico del edificio, sea el pabellón u otro. Por tanto, SI a las intervenciones, SI a la apropiación por la ciudadanía pero siempre entendiendo y construyendo un dialogo con el edificio a intervenir. Y por las mismas razones, no a las intervenciones y a ningún tipo de transformación si está hecha desde la ignorancia. Antes de verano vimos la destrucción de la antigua Galeria Joan Prats, por ejemplo. Llegados a este punto, quien decide qué es válido y qué no? Pues aquel al que la sociedad legitima para ello, llámese crítico, comisario, o editor de un espacio especifico. En caso de no tener esa figura, (la fundación la tiene, por supuesto) entonces defensa numantina a la barbarie y la banalidad. Hoy cada vez más y con más fuerza hay que resistir la banalidad. https://axonometrica.wordpress.com/2013/09/23/resistir-la-banalidad/
    Gracias Rafael. estos debates animan mucho cuando escribes en un blog, cierto? 😉

  6. You name the drama and I’ll play the part.
    (···)
    I’ve seen all the pictures,
    I’ve studied them forever.

    This is Hardcore
    Jarvis Cooker, 1988

    Estimado Miquel Lacasta,
        Antes de enfadarse tanto, lea, hombre, lea las frases al lado de tan irritante imagen en Facebook: no se trataba de un acto publicitario, sino de un acto premeditado de los editores de Tenov, que fueron (fuimos) plenamente conscientes de lo que significaba nuestro gesto para la tradición arquitectónica.
             Por eso lo hicimos.

        Aún hoy esas macetas molestan a la arquitectura mitificada, como usted muy bien ha señalado. Gracias por hacerlo. Quizás representan todo aquello que se quiere borrar de las fotografías de arquitectura del siglo xx: flores, personas y otros “objetos” que sobran. El día de la presentación Juan José Lahuarta habló de lo que significa esta obsesión por borrar. Borrar, limpiar, «nettoyer»… verbos nefastos, si pensamos en su aplicación durante el siglo xx, y sus secuelas.
        Por suerte no sólo hablamos de la eliminación de las flores. También se habló de arquitectura; de Rafaello Sanzio, del Panteón, de Loos, Mies y la modernidad. Fue una agradable atardecer entre gente interesada en conocer nuevos puntos de vista, y tomar una cerveza con nuevos amigos.

    Pero sobretodo lo que usted ha señalado, con su entrada, es la necesidad de leer nuevos relatos y argumentos. Antes de escribir el siguiente post, por favor, lea « Photography or Life ». Y no se pierda « On Loos, Ornament and Crime ». Están en su librería de cabecera y en las bibliotecas de las escuelas y colegios de arquitectos. Le advierto que pueden cambiar su manera de entender la arquitectura. O algo parecido dijo Llàtzer Moix de uno de nuestros libros. Espero que asuma el riesgo. El riesgo de leer, y no sólo ver las fotos que aparecen en el facebook.
          He leído sus últimas entradas donde se disculpa: disculpas aceptadas. ¡Quizás al final le gustarán estos dos libros! …porqué lo de las macetas sólo es un aperitivo si los comparamos con las ideas que exponemos en ellos.

    Seguramente todo se debe a las prisas del mundo de las redes sociales y que, en realidad, ya le gustan los libros de Lahuerta. Y que está deseando leer su continuación. No se preocupe, porqué habrá más: estamos preparando el tercer volumen de la serie “Columns of Smoke”. Espero que pueda usted venir a la presentación. Si me avisa con tiempo, le regalaremos una maceta de margaritas: “Díselo con flores”.

    Un cordial saludo,
    Llorenç Bonet
    http://www.editorialtenov.com

    • Buenas tardes sr. Bonet,

      Gracias por su interés y su consejo. Espero su invitación que aceptaré gustoso. La maceta se la puede usted ahorrar al igual que su sarcasmo.
      Creo que llega tarde en la sugerencia de leer a Juan José Lahuerta, pues lo he hecho desde hace tiempo. Es un autor que admiro y al que tengo el placer de conocer personalmente. Es más, aquí encontrará una reflexión alrededor de uno de los libros que ha editado Lahuerta acerca de Kracauer del año 2012 https://axonometrica.wordpress.com/2012/04/22/de-la-lucidez-y-del-tiempo/ y una sobre el pabellón https://axonometrica.wordpress.com/2012/04/16/de-conmociones/ del mismo año también.
      En relación a su consejo tomado de forma más genérica «Espero que asuma el riesgo. El riesgo de leer, y no sólo ver las fotos que aparecen en el Facebook», no se preocupe usted. Hace tiempo que asumo no solamente el riesgo de leer, sino también, incluso el riesgo de equivocarme.
      No solamente hay que leer, sino y sobre todo, saber leer. Si hubiera sabido leer el texto y después las diferentes réplicas, se hubiera percatado que la imagen y la idea del texto suponían una excusa para hacer una reflexión de ámbito mayor. Y una vez aclarada mi aproximación errónea a partir de la fotografía, gracias a la rápida reacción de la fundación Mies, hoy más que nunca sigo pensando que hay que perseverar en la definición clara de nuestro patrimonio cultural arquitectónico, y enriquecerlo con intervenciones como la propuesta por Juan José Lahuerta el día de la presentación del libro, pero nunca banalizando los pocos ejemplos de arquitectura, que exageradamente quizás, adjetivaba como mítica.
      Por último, quisiera felicitarle por su labor como editor, que hace un cierto tiempo que sigo incluso como cliente, y animarlo a perseverar pues sin duda no debe ser fácil. Ahora bien, no deje que la aspereza del cometido le agrie el carácter con un exceso de sarcasmo.

      Afectuosamente y sin ironía
      Miquel Lacasta

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