Un Suave Manifiesto a Favor de una Arquitectura Equívoca

Un Suave Manifiesto a Favor de una Arquitectura Equívoca

Hace 55 años que Robert Venturi escribió y 50 que publicó este manifiesto. Un manifiesto de manifiestos me atrevería a decir.

Con este texto, se inaugura una nueva época en la arquitectura y el urbanismo. Se abren las puertas a una realidad operativa muchos más dinámica y compleja, abierta y empática, una arquitectura que jubila viejas reglas y abraza nuevos principios.

Este es el texto seminal de la contemporaneidad.

Me temo que muchos arquitectos jóvenes, y no tan jóvenes, no han leído este texto como creo que se merece. Los invito a hacerlo, con pausada lectura e imaginando que el autor lo acaba de publicar, es decir, fabulando que es un texto reciente.

Recuerdo con emoción la primera vez que entendí el alcance de estas palabras, y como de forma automática, cuando leo textos contemporáneos, siempre los acabo relacionando con el puñado de palabras que Venturi escribió.

Que aproveche.

Me gusta la complejidad y la contradicción en arquitectura. Pero me desagrada la incoherencia y la arbitrariedad de la arquitectura incompetente y las complicaciones rebuscadas del pintoresquismo o el expresionismo. En su lugar, hablo de una arquitectura compleja y contradictoria basada en la riqueza y la ambigüedad de la experiencia moderna, incluyendo la experiencia intrínseca al arte. En todas partes, excepto en la arquitectura, la complejidad y la contradicción se han reconocido; desde la demostración de Godel de la incompatibilidad final de las matemáticas al análisis de la poesía ‘difícil’ de Tomas Stearns Eliot y a la definición de las características paradójicas de la pintura de Joseph Albers.

Pero la arquitectura es necesariamente compleja y contradictoria por el hecho de incluir los tradicionales elementos vitruvianos de comodidad, solidez y belleza. Y hoy las necesidades de programa, estructura, equipo mecánico y expresión, incluso en edificios aislados en contextos simples, son diferentes y conflictivas de una manera antes inimaginable. La dimensión y escala creciente de la arquitectura en los planteamientos urbanos y regionales aumentan las dificultades. Doy la bienvenida a los problemas y exploto las incertidumbres. Al aceptar la contradicción y la complejidad, defiendo tanto la vitalidad como la validez.

Los arquitectos no pueden permitir que sean intimidados por el lenguaje puritano moral de la arquitectura moderna. Prefiero los elementos híbridos a los ‘puros’, los comprometidos a los ‘limpios’, los distorsionados a los ‘rectos’, los ambiguos a los ‘articulados’, los tergiversados que a la vez son impersonales, a los aburridos que a la vez son ‘interesantes’, los convencionales a los ‘diseñados’, los integradores a los ‘excluyentes’, los redundantes a los sencillos, los reminiscentes que a la vez son innovadores, los irregulares y equívocos a los directos y claros. Defiendo la vitalidad confusa frente a la unidad transparente. Acepto la falta de lógica y proclamo la dualidad.

Defiendo la riqueza de significados en vez de la claridad de significados; la función implícita a la vez que la explicita. Prefiero ‘esto y lo otro’ a ‘o eso o lo otro’, el blanco y el negro, y algunas veces el gris, al negro o al blanco. Una arquitectura válida evoca muchos niveles de significados y se centra en muchos puntos: su espacio y sus elementos se leen y funcionan de varias maneras a la vez.

Pero una arquitectura de la complejidad y la contradicción tiene que servir especialmente al conjunto; su verdad debe estar en su totalidad o en sus implicaciones. Debe incorporar la unidad difícil de la inclusión en vez de la unidad fácil de la exclusión. Más no es menos.[1]

[1] VENTURI, Robert, Complejidad y Contradicción en la Arquitectura, Gustavo Gili, Barcelona, 1972, (1962)

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